Zygmunt Bauman y la escuela

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Por Valter Bracht, Ivan Marcelo Gomes y Felipe Quintao de Almeida*

Publicado en Carta Capital // Versión PDF
Al problematizar la crisis de la modernidad en la actualidad, el sociólogo polaco expone como la escuela creció de modo diferente al del mundo al cual debería educar.

Bauman ve en la escuela un reflejo de una sociedad administrada A pesar de la proficua producción intelectual y de la actuación en la vida pública desde los años 1950, Zygmunt Bauman solamente ganó notoriedad en el escenario sociológico mundial al fin de los años 80´. En Brasil, su reconocimiento es aún más tardío, advirtiéndose aquí solamente al final de los 90´.

Desde la repentina proliferación de sus escritos en el país, el eclecticismo característico de su escritura sociológica ha despertado la atención de muchos investigadores y del público “no profesional”. A pesar de haberse transformado en una especie de best seller del mercado brasileño, no hubo, por otra vía, un crecimiento de investigaciones de mayor aliento de su obra en el país, al contrario de lo que acontece en el ámbito internacional.

Algunos estudiosos del sociólogo acostumbran dividir su obra en tres fases: la primera, marxista, se sitúa en los años 1960 y 1970, cuando las discusiones sobre el capitalismo y el socialismo orientan sus análisis. En los años 80´, se dedica a una crítica de la modernidad y sus utopías/distopías (fase modernista), que lo acabó llevando, por un lado, a la aproximación con perspectivas que son interpretadas como pos-modernas y, por otro, desencadenó en él un interés cada vez mayor por la discusión sobre el tema de la moral.

Por fin, en la última fase, están los libros y análisis sobre tópicos de la modernidad en la actualidad (globalización, comunidad, identidad, fragilidad de los lazos humanos, refugiados, consumo, etc.), que componen, para Tester (2004), su fase mosaica o de mixtura de cosas diferentes.

En la transición de la segunda para la tercera fase, Bauman ha evitado, en función de las confusiones semánticas, el uso de las expresiones “pos-moderno” o “pos-modernidad”, proponiendo la metáfora de la liquidez como clave de lectura que más bien permite pensar las cuestiones que acometen los habitantes de la actual fase moderna.

Fábrica de orden

Aunque no haya escrito extensamente sobre el tema, el sociólogo también aborda a la educación de dos maneras. La primera, en el libro Legisladores e intérpretes: Sobre la modernidad, la pos-modernidad y los intelectuales, va a demostrar, muy influenciado por la clásica interpretación de Michel Foucault, cómo la escuela fue una institución funcional al establecimiento del orden como tarea de la modernidad. Podemos pensar en ella como el tiempo-espacio en el que las ambiciones normativas de los intelectuales modernos y las ambiciones ordenadoras del Estado se concretaron sin disfraces.

La educación escolarizada representó un proyecto capaz de hacer de la formación de los individuos, responsabilidad exclusiva de la sociedad y, en especial, de los gobernantes. Eso, pues, es derecho y deber del Estado formar sus ciudadanos y garantir su conducta correcta, vale decir, el comportamiento en la dirección del proyecto racional y, encaminado a introducir orden en una realidad antes despojada de sus propios dispositivos de organización.

La escuela era la sede a partir de la cual se universalizaban los valores necesarios para la integración social. Los intelectuales (profesores y/o educadores) eran los únicos capaces de proporcionar la receta o fórmula a los incultos y vulgares de lo que sería una vida correcta y moral. La educación era, a su vez, una declaración de la incompetencia social de las masas y una apuesta a la dictadura del “profesorado” (déspotas ilustrados), guardianes de la razón, de las buenas maneras y el buen gusto.

No es de extrañar, por lo tanto, que Bauman, en aquel libro, haya concebido a la educación escolarizada como el concepto y la práctica de una sociedad ampliamente administrada. En un texto más reciente, publicado en “La Sociedad Individualizada”, el pensador retoma esa interpretación de la educación escolarizada como fábrica de orden, destinada a la producción de cuerpos dóciles, disciplinados y eficientes, y la analiza tomando en cuenta la “transición” de la modernidad sólida a la líquida (pasaje otrora caracterizado por la oposición entre modernidad y pos-modernidad). La conclusión a que llega, presupuesta, aunque todavía no explicitada en Legisladores, es que esa concepción de la escuela y de la educación enfrenta una gran crisis desencadenada por la “falencia” de las instituciones y de la “filosofía” heredada de la modernidad sólida.

La educación como un producto

En la segunda forma de abordar la educación en sus textos, el autor desenvuelve la tesis de que, concebida para un mundo ordenado en que todo estaba sólido, (la educación) se deshacía en el aire bajo la promesa de estructuras aún más durables de las que caían en ruinas. La forma escolar moderno-sólida tenía en su horizonte perspectivas de larga duración, basadas en un proceso educativo que, indiferente a la novedad, al acaso y al desorden, pretendía alimentar a los aprendices con una educación para toda la vida. En ese contexto, el conocimiento adquiría valor proporcional a su duración y la escuela tenía calidad en la medida en que proporcionaba ese saber de valor duradero, bien adaptado, por lo tanto, al mundo sólido.

La educación escolarizada fue, así, visualizada como una actividad destinada a la entrega de un producto que podía ser consumido hoy y siempre. Bauman comprende que, con el pasaje de la modernidad sólida a la líquida, tanto el orden inmutable del mundo como el de la “naturaleza humana” se encuentran en dificultades. Eran esos presupuestos que garantizaban los beneficios de la transmisión del conocimiento a los alumnos y daban autoconfianza al profesor para “grabar” en la cabeza de aquellos la forma que presumía ser, para siempre, justa, bella y buena – y, por eso, virtuosa y noble. Aprendemos con su diagnóstico que ese tipo de orden social inmutable es lo que no tenemos en una sociedad que hace de la liquidez su paradigma. Para el sociólogo, el “mundo del lado de afuera” de las escuelas creció de modo diferente de aquel para el cual ellas estaban preparadas para educar a nuestros alumnos. En tales circunstancias, preparar para toda la vida va a adquirir un nuevo significado delante de las actuales circunstancias sociales. Por lo menos, cierta incredulidad en relación a su potencial aplicativo.

Bauman trata a la educación a partir de los conceptos, categorías o metáforas empleadas en el seno de su sociología. Lo mismo es verificado en el tratamiento que el autor confiere a otros temas, como las relaciones personales, la ética, el arte, el consumo, el trabajo, la globalización, etc.

El potencial de la sociología de Bauman para pensar a la educación contemporánea no se agota, con todo, en aquello que el propio autor escribe sobre ella. Al contrario, hay en su obra multiplicidad de conceptos y/o metáforas que pueden ser utilizados (y han sido) en la perspectiva de pensar a la educación en la actualidad. No sorprende identificar, cada vez más, referencias al trabajo de Bauman en congresos, disertaciones, tesis, seminarios, artículos científicos, entrevistas etc.

*Valter Bracht, Ivan Marcelo Gomes e Felipe Quintão de Almeida são professores da Universidade Federal do Espírito Santo e coautores de Bauman e a Educação (Autêntica)

Traducción: Amersur

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