La huelga general del 28 de abril puede ser vista como un embrión para la unión de los trabajadores contra la pérdida de derechos.
Entrevista a Ricardo Antunes
Dimalice Nunes
Publicado en Carta Capital 17-5-2017
Hasta el fin de este mes el plenario de la Cámara de Diputados debe votar la tercera de las tres partes del paquete que representa la mayor pérdida de derechos de la historia para el trabajador brasileño: la reforma jubilatoria. Si es aprobada, ella seguirá para el Senado, donde ya tramita la reforma laboral. La ley de tercerización ya fue sancionada por el presidente Michel Temer.
Para el sociólogo Ricardo Antunes, profesor libre-docente de la Unicamp y uno de los principales nombres del país en los debates del mundo del trabajo, ese movimiento contra los trabajadores ya era esperado. En 1995, en el libro Adeus ao Trabalho? (Cortez Editora), Antunes elaboró el concepto que llamó la “esclavitud del siglo XXI”, un mundo del trabajo basado en la precarización y en la fragmentación de las relaciones de trabajo tal como las conocíamos hasta entonces.
Hoy, 22 años después del libro, esa figura sale del mundo académico y deviene real en las calles y en las empresas. Más aún: un año después de la asunción de Michel Temer a la presidencia, está pronta para tornarse legal. “La tragedia es que ese cuadro se consolidó”, lamenta.
Antunes piensa, entretanto, que es justamente esa situación límite en que se encuentra la clase trabajadora que va generar la unidad necesaria para la reacción. La huelga general del 28 de abril, inclusive, es interpretada por él como un punto de inflexión del movimiento de lucha de los trabajadores. “la clase trabajadora comienza a percibir que la tercerización es para pulverizarla”, agrega.
En esta entrevista a CartaCapital, Antunes comentó cuanto el pasado esclavista brasileño pesa en los intereses que llevan a la pérdida de derechos y sobre la necesidad del trabajador de reconocerse como tal y de sentirse representado por los sindicatos. “La conflagración de nuestro tiempo es la conflagración entre la totalidad del trabajo social versus la totalidad del capital”.
Y el enigma del siglo XXI? “El trabajo que estructura o el capital que desestructura a la humanidad. Y el trabajo que estructura a la humanidad es incompatible con el trabajo que el capital nos quiere imponer”. Lea la entrevista íntegra
CartaCapital: Su libro Adeus ao trabalho?, de 1995, ya hablaba que la tendencia para el mercado de trabajo era la tercerización sin límites y que los trabajadores se tornarían algo así como los “esclavos del siglo XXI”. Como revisita usted ese pensamiento delante de las reformas que el actual gobierno intenta aprobar, especialmente la laboral y la previsional?
Ricardo Antunes: Una de las principales ideas que yo presentaba en Adeus ao trabalho? era que estábamos penetrando en una era de precarización estructural del trabajo en escala global. En aquel momento el trabajo precario era una relativa excepción -informal, tercerizado – pero tendería a tornarse una regla. La regla – el trabajo contratado, regulado, con derechos – tendería cada vez más a tornarse una excepción. La tragedia es que ese cuadro se consolidó.
CC: Ese es un movimiento hasta más antiguo en otros países…
RA: No hay duda alguna, en escala global, de que hoy estamos en uno. Conozco las experiencias de la India, de la China, de varios países de la Europa y de los Estados Unidos, además de Brasil, y veo que esa tendencia es muy profunda. En Inglaterra, existe la modalidad zero hour contract (contrato de hora cero) que es el trabajo intermitente (propuesta que consta en la reforma laboral que tramita en la Cámara de Diputados). Médicos, abogados, actividades ligadas al cuidado de la salud, electricistas… Las más distintas categorías del llamado nuevo proletariado, específicamente el nuevo proletariado de los servicios. Esos trabajadores son llamados y reciben su pago sólo por el trabajo realizado: no hay contrato y no reciben derecho alguno. Muchas empresas transnacionales y grandes corporaciones adherirán. En el Reino Unido, los sindicatos dicen que ese tipo de contrato ya abarca o comprende cerca de 1 millón de trabajadores y trabajadoras, y eso se expande por el mundo. De la misma forma, podemos citar el ejemplo italiano, donde rige el trabajo a voucher. El trabajador o la trabajadora realizan el trabajo, reciben un voucher o bono y después van a recibir un pago por aquellas horas. Eso abrió camino a una precarización enorme. El empresario paga por 20 horas de trabajo por el sistema voucher, después contrata por otras 20 horas. Es el trabajo precario absoluto, que paga, inclusive, el valor mínimo por hora permitido en Europa. La constatación – y no estoy hablando de la India, donde el cuadro es más brutal – es que en la era del trabajo digital caminamos hacia un mundo del trabajo donde la condición de precariedad es la tendencia dominante. Contrariando la tesis de que la era de la tecnología digital traería un admirable mundo del trabajo, vivimos una situación que intensifica lo que yo apuntaba en la década del 90.
CC: Pasados más de 20 años, aún antes del impeachment a la presidenta Dilma Rousseff, usted volvió a hablar de esclavitud. Ahora que las medidas del actual gobierno parecen avanzar, cuál es el escenario para el Brasil?
RA: El cuadro brasileño, lo que vimos en los últimos años, incluso en los períodos de expansión económica con Lula y Dilma, es que no hubo reducción en el nivel de precarización del trabajo. El gobierno Lula y parte del gobierno Dilma crearon 22 millones de empleos porque el crecimiento económico fue fuerte. Incluso así, era muy frecuente y hasta dominante el trabajo precarizado, con altas tasas de turn over, tercerizado, un espacio de engaño o fraude. El trabajo tercerizado es un espacio de estafa, de fraude. No por acaso, pocos trabajadores pueden acceder a la Justicia, porque el trabajador tercerizado tiene que trabajar, no tiene tiempo de demandar, de acceder a la Justicia. Cuando ellos entran y ganan las causas, frecuentemente esas empresas ya cerraron, ya se constituyeron otras empresas, con otros nombres, para poder escapar de las penalidades derivadas del incumplimiento de la legislación social protectora del trabajo. En cuanto a los años 2000, especialmente a partir de 2005, tuvimos una expansión económica. Ese trabajo precarizado – es importante decir que en aquella época la remuneración dominante era de un salario mínimo y medio – se alteró profundamente. En el ámbito global, por causa de la crisis de 2008, que devastó al mercado de trabajo, eso se acentuó. Cuando esa crisis llega a los países del sur del mundo, y en particular al Brasil, viene el período de la devastación. Por qué hago una alusión a la esclavitud? En la esclavitud el trabajador era vendido. En la tercerización es alquilado. Es una locación de la fuerza de trabajo. Al gobierno Temer lo caracterizo como un gobierno tercerizado, él fue impuesto para devastar a la legislación social protectora del trabajo en el Brasil. Es evidente que no estamos volviendo al trabajo esclavo de 1500, estamos hablando de una esclavitud inclusive digital, del trabajo tercerizado, precarizado, informal, del trabajo sin derechos, de una dependencia del sistema perverso de metas, que ha llevado a suicidios y enfermedades de trabajo. Estamos en 2017, conmemorando 100 años de la Huelga General de 1917, y si ese proceso no fuese impedido vamos a regresar a la condición vigente del trabajo de antes de 1917.
CC: En la última semana un “crío” de la reforma laboral ganó los titulares de los medios de comunicación. El Proyecto de Ley (PL) 6442 modifica toda la reglamentación del trabajo rural, abriendo la posibilidad, inclusive, de la remuneración en la forma de casa y comida. Lo que significa para el trabajador rural, que incluso con el amparo de la ley, el trabajador rural ya está en una condición más vulnerable, ya que tiene sus derechos amenazados como prevé el Proyecto de Ley 6442?
RA: No es por acaso también que esas nuevas medidas – la tercerización total, el flagelo absoluto, la quiebra de lo que quedaba de la dignidad del trabajo – planteen una discusión sobre como eliminar un beneficio que tuvimos en la última década (gobiernos Lula y Dilma) que fue la caracterización del trabajo análogo a la esclavitud. Se quiere eliminar el control que se consiguió crear en el Brasil, especialmente por el Ministerio Público del Trabajo y por una actuación de la Justicia del Trabajo más crítica y volcada a la defensa de la dignidad del trabajo, un movimiento que hizo que muchas empresas fuesen denunciadas por practicar el trabajo análogo a la esclavitud. Hay un movimiento de los capitales, de la agroindustria, las grandes burguesías, inclusive financieras, en el sentido de acabar con esa figura del trabajo análogo a la esclavitud. Esa es la prueba cabal de que si la clase trabajadora, los movimientos sociales, los sindicatos, no resisten con mucha vitalidad, vamos a retroceder. Una de las obligaciones de ese gobierno tercerizado es implantar la tercerización total. Por eso el trabajo precarizado, corroído, degradado y esclavizado es la forma que el capital financiero impone para que el trabajo exista hoy en escala global. Eso va a ser menor o mayor de acuerdo con el nivel de resistencia sindical.
CC: Pensando en las últimas medidas adoptadas en el Brasil para legalizar la precarización, aunque ese Proyecto de Ley sobre la reglamentación del trabajo rural no sea aprobado, todo esto no significa un retroceso para el trabajador brasileño?
RA: Significa, primero, en un sentido más general, que el propietario del agronegocio sueña con la esclavitud. Con las excepciones que siempre hay. Nuestro país vivió largos siglos de esclavitud y eso es una cicatriz en la clase dominante brasileña, que se acostumbró y disfruta de la esclavitud. El segundo punto: usted puede pagar al trabajador rural o a la trabajadora rural – y es importante tener esa dimensión de género una vez que la división sexual del trabajo marca al mundo del trabajo – no en dinero, sino en alojamiento y alimentación, me hace recordar al cambão (trabajo gratuito que el trabajador rural precisa conceder al dueño de la tierra), una modalidad de trabajo muy vigente en el campo brasileño que originó las ligas campesinas, muy importante en los años 60. El trabajador queda dependiendo de la casa y de la comida y la Constitución prohíbe eso. Es una burla que hace renacer la idea del enriquecimiento de una clase a costa del vilipendio de la otra. El tercero punto es que nuestra clase dominante, especialmente aquella que actúa en el campo, es poderosa. Es importante recordar que la Consolidación de las Leyes del Trabajo de 1943 fue el resultado de una fuerza revolucionaria del trabajo, pero tuvo su configuración jurídica con el getulismo, un gobierno típicamente burgués, aunque con características nacionalistas. El trabajador rural fue excluido de la CLT porque la burguesía rural, muy fuerte entonces, tenía parte del control del gobierno Vargas e impidió que la CLT llegase al campo. Entonces si ese Proyecto de Ley sobre trabajo rural llega a ser aprobado, va a mostrar la cara esclavista del agronegocio del Brasil. Eso es inaceptable. Si al rasgo esclavista del agronegocio, le añadimos la super-explotación del trabajo que caracteriza a nuestras burguesías del mundo productivo y financiero, tenemos lo que tipifica al capitalismo brasileño.
CC: Tanto el PL 6442 cuanto la reforma laboral permiten la prolongación de la jornada de trabajo hasta 12 horas, el trabajo intermitente, el home office… Si al mismo tiempo el trabajador se torna “esclavo” por trabajar sin límites, se fragiliza delante de la precariedad del trabajo en sí. Qué paradoja es esa y cómo contribuye a fragilizar también la identidad de ese trabajador?
RA: Es claro que ese escenario todo, que es profundamente ideológico, es muy poderoso. En la empresa, usted tiene un trabajador contra el otro, uno no puede conversar con el otro y las resistencias y acciones sindicales son combatidas. El salario es individualizado. Sólo gana cuando produce y quien produce más gana más. Quien produce menos, pierde el lugar. Es el reino de la competencia salvaje. Eso empaña a la clase trabajadora. Imagina hace cuatro décadas, cuando hubo una reestructuración productiva brutal, una neoliberalización devastadora que configura la forma de la dominación capitalista en escala global? Todo eso es consolidado por el mundo financiero, un aspecto nefasto, una tentativa de individualizar y colocar uno contra el otro. Basada en esa heterogeneidad, que es tanto objetiva cuanto subjetiva, tiene otro lado que es muy importante y ese es el Talón de Aquiles del capital, que es el rasgo homogeneizante de la clase trabajadora: justamente el proceso de precarización. Eso es global y va desde los trabajos digitales a los manuales. Si la clase trabajadora no resistiera, estamos en franco proceso de uberización del trabajo. En escala global, sea el trabajo digital, sea el manual. Como no hay una muralla china entre el trabajo digital y el manual, y una dimensión no está absolutamente separada de la otra, hay una salvaguardia de sensación de pertenecer a una misma clase de gente. Esa homogeneización no hace, por ejemplo, que la reducción de la jornada de trabajo sea un deseo. Tanto en el trabajador o en la trabajadora más estable cuanto a los más precarizados. Eso porque el principal temor del trabajador con derecho es el desempleo o la tercerización. El mayor sueño del trabajador tercerizado es tener derechos. La tragedia del capital es que no consigue romper los coágulos que emergen del mundo del trabajo y que llevan a las rebeliones.
CC: Es posible conjeturar que la huelga general del 28 de abril fue un embrión de esa rebelión?
RA: Por qué la huelga fue un éxito? Porque la clase trabajadora comienza a percibir que la tercerización vienen a destruirla. Que la reforma previsional es para hacer que fallezca sin haberse jubilado. O sea, víctima de una jubilación privada que puede ser un fraude. Esas son las cuestiones vitales que la fractura y la fragmentación de la clase trabajadora no sea un rasgo inmutable. Por el contrario, es un polo de aproximación, de solidaridad y de conciencia. Es claro que en un momento de crisis económica es difícil para el trabajador decir “voy a participar en una huelga” cuando sabe que puede perder el empleo que casi no tiene. Pero tiene otro lado: está percibiendo que con este gobierno totalmente destructivo no hay otra alternativa que la resistencia y la confrontación.
CC: En un momento de crisis y también de polarización política como el que vivimos, como la falta de conciencia de clase – aquel trabajador que no se reconoce como tal – pesa y de cierta forma cataliza la pérdida de derechos?
RA: La conciencia de clase es un proceso muy complejo. Porque ella está más presente en el operario metalúrgico, de la industria química, en aquellas actividades donde el colectivo es relevante. No se arma un auto sin actividad colectiva, pero se puede limpiar un predio entero con sólo un individuo limpiando. Él trabaja solo, tiene otro trabajando en otro piso, de tal modo que los lazos de sociabilidad y solidaridad son más raros. Las empresas juegan pesado en eso. Hay casos de empresas de tercerización que transfieren trabajadores y trabajadoras cuando comienzan a agruparse y a discutir sus condiciones de trabajo. Es una tendencia del capitalismo de nuestro tiempo. Pero por otro lado, para tragedia del capitalismo, el mundo del capital no se reproduce sin alguna forma de interacción con el trabajo vivo. De esa interacción, nacen, florecen, emergen rasgos de aproximación y solidaridad. Ese no es un proceso fácil, ese sentido de pertenencia de clase, pero quién presume que ese proceso no va a ocurrir más se equivoca. Es más complejo, es más difícil, pero cuando ocurre alcanza a multitudes.
CC: Entonces usted es optimista respecto a que los trabajadores reconozcan, organicen y combatan los retrocesos que están siendo propuestos?
RA: No es que soy optimista, yo investigo y acompaño. Viajo y observo ese movimiento en muchos países. El momento que estamos viviendo, si quiero usar una expresión fuerte, es una era contra-revolucionaria, en una onda conservadora tan fuerte. Reconozco ese escenario, el escenario de la destrucción, pero ese escenario de destrucción no elimina la confrontación. El dificulta, reprime, como vimos en el comportamiento de la policía en la huelga general en el Brasil. Sólo que la represión… nosotros enfrentamos 20 años de dictadura y la derrotamos. El gobierno Temer tiene un rasgo claramente de excepción, aunque sea una excepción aparentemente legal. Pero si usted imagina que quién hace esa ley es el Parlamento brasileño, lo que es posible esperar? Aquellos teóricos que afirman que no hay lucha entre las clases naturalmente no saben de lo que están hablando. La conflagración de nuestro tempo es la conflagración entre la totalidad del trabajo social versus la totalidad del capital.
CC: La huelga general en el Brasil puede ser interpretada como un punto de inflexión de ese movimiento?
RA: Puede. Era muy difícil para la clase trabajadora, después de la derrota del gobierno del PT, unirse. La clase trabajadora salió del gobierno petista muy frustrada, pués fue un gobierno en el que ella depositó su confianza. No por acaso, no hubo huelga general contra el impeachment. Al mismo tiempo, aquellos que querían el impeachment vieron que el gobierno Temer no es lo que ellos imaginaban. Hoy es diferente. La clase trabajadora percibe que la tercerización es una cuestión vital, que rompe con el trabajo. El desempleo es vital, porque destruye al trabajo. La reforma Previsional es vital, pues ella lleva al trabajador a la muerte cuando se jubila, no tendrá tiempo para gozar la vida después del trabajo. Entonces esas cuestiones vitales, con el cuadro político actual, provocan esa inflexión.
CC: Usted habla bastante de la unión de los trabajadores y tradicionalmente eso se hace a través de los sindicatos. Existe organización sin la fuerza del sindicato?
RA: Mientras exista el capitalismo, el sindicato es ineliminable. Es una especie de herramienta de la clase trabajadora. La herramienta puede estar oxidada, ridiculizada, golpeada, torcida, pero la clase trabajadora sin los sindicatos sufre más. La clase trabajadora precisa decir en ese momento que quiere sindicato, sí. Como, además, expresa el precepto de la convención 87 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo): el sindicato debe ser autónomo en el sentido político, económico e ideológico.
CC: Uno de los puntos de la reforma laboral es el fin de la contribución sindical. Esa pérdida de recursos puede debilitarlos o la cuestión importante está más en la representatividad e identidad de los trabajadores que en el dinero?
RA: Este gobierno sabe que el impuesto sindical, como decía Vicente Matheus, tiene un lado positivo y uno negativo. La contribución sindical fue creada por Vargas en la década de 30 para controlar a los sindicatos. El impuesto no es una conquista del sindicato autónomo, por el contrario. Puede ser nefasto, porque permite que el sindicato sea un sello, que exista sin asociados. En la historia del sindicalismo brasileño de 1930 para acá el impuesto se volvió crecientemente una fuente, definida por el Estado, para sustentar el sindicato, lo que ya es una aberración. Porque los sindicatos nacieron, en Inglaterra en la revolución industrial, de forma autónoma. La tradición es de autonomía, inclusive para su preservación y manutención. Aquí el impuesto vino y quedó. Vino la dictadura, vino la Constituyente, y quedó. Sólo que como el impuesto sindical se volvió, negativamente, un pilar de sustentación del sindicalismo brasileño, inclusive del sindicalismo que tiene un sentido crítico. La CUT nació en 1983 claramente contra el impuesto sindical. Por qué el gobierno Temer hizo esto hoy? Porque sabe que muchos sindicatos, inclusive aquellos con alguna característica de combatividad, dependen del impuesto sindical o de las tasas negociales. Entonces la idea del gobierno es tirar una bomba y provocar más destrucción en el medio sindical. Hay sindicatos que hace mucho tiempo no aceptan el impuesto sindical, que lo devuelven a los trabajadores. A esos los entiendo como los auténticos representantes de la acción sindical. Esos sindicatos están más en consonancia con el espíritu de autonomía de los sindicatos. Son los sindicatos de profesores de las universidades públicas y algunos de metalúrgicos, como los de Campinas y São José dos Campos. Ellos tienen otras formas de sustentación, inclusive más autónomas. Los trabajadores deben sustentar sus sindicatos, que no deben depender de la contribución que es extraída contra su voluntad y entregada a centrales, federaciones, confederaciones y sindicatos en los que muchas veces no participa y no los percibe como representantes. Pero no puede eliminar de un golpe.
CC: Esta pregunta es casi una provocación, pero en el fondo no la discusión se resume a eso: cuál es el futuro del empleo?
RA: Si la lógica destructiva que preside al mundo actual tuviera vigencia en el mundo del trabajo, tendremos un trabajo tercerizado, de contrato cero hora y de los trabajos intermitentes. Es como expreso en mi próximo libro: si tenemos suerte, seremos siervos. Pero la cosa más genial de la historia es que ella es imprevisible, es un emprendimiento cotidiano. El trabajo que estructura, el capital desestructura a la humanidad. El trabajo que estructura a la humanidad – porque el trabajo es una actividad vital – es incompatible con el trabajo que el capital nos quiere imponer. Es el enigma del siglo XXI. Por eso es que es una ficción la idea del fin del trabajo. Como es un horror una sociedad en que sólo se trabaja. El trabajo debe estar fundado en ser una actividad vital, que produzca cosas útiles, de acuerdo con el tiempo socialmente disponible. Eso es un imperativo categórico para la sociedad del siglo XXI. No me venga a decir que el capitalismo es eterno. Él no está en colapso, pero está en crisis. Porque sólo se reproduce destruyendo: la fuerza humana que trabaja, la naturaleza, además de la destrucción hecha por la guerra. Los años dorados del capitalismo, de la modernidad, son cosa del pasado. Entonces cuál es el futuro del empleo? Está entre la servidumbre y la emancipación.
Traducción AmerSur