El libro de Beppe Vacca para interpretar la realidad
La crisis de la democracia en un mundo que olvidó la dimensión colectiva
Publicado en Carta Capital 01-06-2016
La tragedia política que el Brasil está viviendo en esta fase, con sus connotaciones de farsa tropical, produjo profunda sorpresa entre los europeos. ¿Cómo es posible, se pregunta el ciudadano común, que el rico país de relativo éxito de los años pasados se haya desmoronado al punto de llegar a una especie de aniquilamiento?
La prensa y los comentaristas internacionales intentan posibles interpretaciones, con frecuencia superficiales, pero hay un pequeño y brillante libro de apenas 90 páginas, recién publicado en Italia, que ofrece claves interpretativas de la realidad mundial más allá de lo vulgar e indirectamente, también en relación al atormentado proceso brasileño.
Se trata de Quel Che Resta di Marx (Lo que queda de Marx), Ediciones Salerno, fruto del talento del filósofo e historiador Beppe Vacca, destacado presidente del Instituto Gramsci, en Roma.
Que quede claro: ninguna línea del libro está dedicada a un país en particular, pero su lectura ayuda como pocas otras a entender la crisis de la democracia en Occidente y en Brasil en especial. La tesis central de la obra es que la falta de reconstrucciones satisfactorias de la historia mundial contemporánea por parte de las fuerzas democráticas es el resultado también de la marginalización del pensamiento de Marx.
No se trata, obviamente, de invocar un acrítico retorno al pensador del siglo XIX, pero es un hecho que el modesto ideario progresista contemporáneo, sin la brújula de las intuiciones cardinales marxistas, no consigue ofrecer un fundamento histórico y un ánimo estratégico a la acción política.
Paradojalmente, quienes asimilaron muy bien la lección del viejo barbudo de Tréveris y las aplicaron para imponer su férrea narración hegemónica son las fuerzas dominantes de la “revolución neoconservadora”, basada, como afirma Vacca, en un trinomio claro: una nueva idea de sociedad, en la que no existe la dimensión colectiva. Sólo existen la centralidad del individuo, una nueva idea de la economía, fundada en el primado del emprendedor como modelo y una idea de democracia sustentada en la base de los dos primeros elementos, o sea, una democracia mínima, pasible de ser desmantelada en el caso de que no se alinee coherentemente con las prioridades del sistema dominante.
Al contrario, los “despreciados” demócratas y progresistas de la contemporaneidad no se manifestaron hasta ahora capaces de elaborar una reconstrucción histórica seria y creíble de las transformaciones globales de los últimos 40 años y, a partir de allí, un pensamiento alternativo al modelo imperante.
“Continuando de ese modo”, afirma el historiador italiano, “sólo vamos a favorecer indirectamente la apología del mundo como es y a consolidar la posición de quien manda, sino que tal vez nos precipitemos, después de la vigente fase de conflicto económico, en una posible regresión a la guerra mundial.”
Vale la pena releer a Marx y acrisolarlo a través del pensamiento gramsciano, “no tanto para procurar claves de lectura de las crisis económicas, sino para revitalizar su lección más provechosa, que se refiere a la concepción de la política y de la historia”.
Marx no fue un economista, sino un intelectual ecléctico que “dedicó sus energías a elaborar un pensamiento que pudiese orientar a la acción de determinados movimientos colectivos”. Por lo tanto, quien tuviese hoy la ambición de influenciar los procesos históricos de la época, más allá del enorme acervo de la ciencia moderna, no debería privarse de la orientación de Marx. No sólo él es imprescindible, subraya Vacca, sino también Antonio Gramsci, con sus fundamentales elaboraciones sobre la cuestión de la hegemonía.
El historiador italiano parece indicar que, en este mundo globalizado y hegemonizado por fuerzas conservadoras transnacionales, cualquier acción política que propone el cambio, pero que esté limitada por las estrechas dimensiones nacionales, desprovista de alianzas globales y, sobre todo, de un pensamiento hegemónico alternativo, está destinada al fracaso.
“Las clases dirigentes no surgen sin la construcción de un cerebro colectivo que junte todos los datos analíticos y de información para elaborar una narración histórica y hegemónica del proceso que estamos viviendo.”
Y, como corolario de eso, los individuos que se ilusionan en las tentativas de su éxito particular se ven reducidos a caricaturas. Mensaje, este, válido tanto para los demócratas europeos cuanto para los latinoamericanos.
Además del proyecto revolucionario neoconservador de las últimas décadas, la otra fuerza global que parece haber asimilado muy profundamente el pensamiento marxista y gramsciano parece ser la Iglesia Católica del papa Francisco.
“El liderazgo de la Iglesia ha continuado incorporando inteligencias y saberes, encontrando formas y lugares donde mezclarlos, para el desarrollo de una extraordinaria doctrina social, sin ninguna pretensión de invadir campos ajenos, pero haciendo correctamente su trabajo de institución auténticamente global”, afirma el pensador italiano durante la conversación con CartaCapital.
La presencia, el pensamiento y la acción de Francisco, en particular, demuestran que el pensamiento de la elite de la Iglesia puede salir del límite eurocéntrico.
Asimismo, el papa argentino imprimió una extraordinaria aceleración a la reforma del catolicismo, iniciada en el Concilio Vaticano II, abandonada y después retomada por Ratzinger, pero ahora mucho más atenta, desde el punto de vista filosófico y teológico, a la tendencia de declinación de la hegemonía de la modernidad occidental y preocupada también con la inaceptable fractura entre ciencia y fe.
“Esa consciencia permite a la elite intelectual de la Iglesia Católica metabolizar la cultura moderna y apropiarse de ella, así como utiliza al marxismo de manera impresionante.” Gracias a ese método, la Iglesia “trabaja para redefinir las potencialidades de la primacía católica en el mundo. Es fundamental colaborar con ese proceso”.
La razón de esa identificación es clara: la incipiente revolución femenina, la extraordinaria continuidad de las encíclicas y la pastoral de Francisco constituyen una clara expresión de hegemonía en el mundo contemporáneo, la única alternativa al poder dominante. “No hay en el mundo pensamiento tan fuerte como ese, a no ser el de la expresión de la violencia, económica o militar”, concluyó nuestro interlocutor.
Traducción Amersur