“El objetivo de los Estados Unidos es eliminar la soberanía de los Estados Nacionales” Entrevista a Moniz Bandeira

Foto: Luiz Alberto Moniz Bandeira - Fuente: Wikipedia

Los Estados Unidos se proponen despojar a los Estados nacionales de sus atributos de poder

Por Pedro Marin

Publicado en Revista Opera 23-11-2016

Nacido en Salvador, Luiz Alberto Moniz Bandeira se mudó para Río de Janeiro aún joven, publicando, a los diecinueve años, su primer libro. Integrante del Partido Socialista Brasileño, donde fue uno de los fundadores de la corriente Política Operaria (Polop), fue perseguido durante el régimen militar, teniendo que exiliarse en el Uruguay el año 1964.

En 1965, regresa al Brasil y pasa a vivir clandestinamente en São Paulo. Fue preso político por dos años, de noviembre de 1969 a octubre de 1970 y, después, en 1973, por orden del Centro de Informaciones de la Marina (CENIMAR). Entre 1971 y 1972, investigó y escribió, en la clandestinidad, la obra Presença dos Estados Unidos no Brasilbestseller del año 1973 (cuando estaba preso).

Formado en Derecho y doctor en Ciencia Política, fue indicado al Premio Nobel dos veces por su obra A Segunda Guerra FriaHoy, a los 80 años, y sin sombra de dudas, es uno de los más importantes intelectuales brasileños vivos, y sigue la tradición inclinarse sobre los más importantes temas globales actuales, habiendo publicado el último mes (octubre 2016) su más reciente libro, A Desordem Mundial.

Lo que sigue es una entrevista concedida por el profesor, que hace 20 años reside en Alemania, a la Revista Opera:

1 – En A Desordem Mundial, usted investiga profundamente las más importantes tensiones del mundo actual, Siria y Ucrania. Qué importancia tienen la América Latina y el Brasil en este escenario? El impeachment de Dilma Rousseff tiene relación con eso?

R – La importancia de la América Latina es relativa. El Brasil reviste, particularmente, de mayor importancia geopolítica y estratégica, debido al hecho de ser la segunda mayor masa geográfica, demográfica y económica del hemisferio, debajo de los Estados Unidos, tener frontera con casi todos los países de la América del Sur (excepto Chile y Ecuador) y dominar gran parte del litoral del Atlántico Sur. De ahí que, al modificar su alineamiento hacia la Rusia, China e India, tres potencias continentales, más África del Sur, Washington no lo pudo tolerar.

En 1963, después que el presidente João Goulart ganara el plebiscito, que le devolvió la plenitud de los poderes ejecutivos, extirpados por el Congreso con la adopción del parlamentarismo, en 1961, el presidente Kennedy, preocupado por las consecuencias de la campaña de la prensa contra el Brasil, convocó a los periodistas a una entrevista colectiva en la Casa Blanca. Allí declaró que el hecho le parecía anormal, artificial y contrario a los intereses del Hemisferio Americano, desplegó un mapa de la América del Sur y, al apuntar hacia el territorio del Brasil, adujo: “me gustaría llamar la atención de los señores sobre el tamaño del Brasil”. Casi diez años después, cuando el general Emílio Garraztazú Medici, como jefe del gobierno brasileño, visitó los Estados Unidos, el presidente Richard Nixon dijo que “para donde fuera el Brasil irá toda la América Latina”. Esta siempre fue la percepción dominante en Washington. Por lo tanto, jamás los Estados Unidos aceptaron pasivamente, que el Brasil no se alinease con sus directrices de política internacional.

Hasta el general Ernesto Geisel, que desenvolvió una política externa con mayor autonomía, tuvo que abortar, en 1977, un golpe de su ministro da Guerra, el general Sílvio Frota. A los Estados Unidos, batidos, virtualmente, en Ucrania y en Siria, le convenía el impeachment a la presidente Dilma Rousseff, con el propósito de romper el grupo de los BRICS. Es difícil, por lo tanto, cambiar súbita y radicalmente la política exterior del Brasil, dado que China constituye actualmente su mayor socio económico y comercial y los Estados Unidos transita una etapa de  fatiga.

2 – En cuál contexto tuvo lugar esa radicalización reciente de la política externa norteamericana? Cuál fue el turning point o punto de inflexión?

R – Desde la caída del Muro de Berlim (1989) y la disolución de la Unión Soviética (1991), los neoconservadores (neocons) del Partido Republicano y otros pretendieron que los Estados Unidos asumiesen, abiertamente, la condición de Imperio con la implantación del full-spectrum dominance, p. e., el total dominio del espectro terrestre, marítimo, aéreo y espacial. Esa pretensión, consustanciada en el Project for New American Century, comenzó a ser ejecutado por el presidente Bill Clinton, del Partido Demócrata, con la expansión de la OTAN, y continuado, declarada y agresivamente, por el presidente George W. Bush, del Partido Republicano, al invadir Afganistán y, después, a Irak, la primera de una serie de otros países que planeaba atacar, pero no tuvo condiciones y fue desaconsejado por los militares.

Las denominadas “revoluciones de  colores”, en las repúblicas del Este Europeo y de la extinta Unión  Soviética, constituyeron el despliegue de esa operación, iniciada al tiempo del gobierno de Bill Clinton con el bombardeo a Serbia por la OTAN, sin autorización de la ONU. El presidente Barack Obama, del Partido Demócrata, dio continuidad al programa de establecer la full-spectrum dominance, bajo el matiz de la “primavera árabe” y, con el bombardeo de Libia por la OTAN, desestabilizó todo el Oriente Medio.

3 – Cuál es -en su opinión- el papel ejercido por la Rusia en este momento en el tablero geopolítico global? 

R – El objetivo de los Estados Unidos y de sus vasallos de la Unión Europea, el cartel ultra imperialista, es restringir/anular la soberanía de los Estados nacionales e instituir la governanza global, la full-spectrum dominance, entregando a la OTAN el monopolio de la violencia, como global cop (policía global). Pese a ello os neoconservadores del Partido Republicano y del Partido Demócrata, en su arrogancia, olvidaron que la Unión Soviética se disolvió, pero Rusia no, y esta heredó todo el poderío nuclear, incluso la capacidad de reducir también a los Estados Unidos a polvo de uranio. No esperaban enfrentarse con un líder de la estatura del presidente Vladimir Putin, que encarna el “alma rusa” (Русская душа) y salvó al país de la desintegración, cuando muchas regiones tendieron a no reconocer a la nueva Constitución, del 25 de diciembre de 1993, ratificando la disolución de la Unión Soviética. Putin es el mayor estadista de las dos primeras décadas del siglo XXI.

4 – El 8 de noviembre, los EUA eligieron su próximo presidente. Cómo evalúa usted a los dos candidatos que compitieron: Donald Trump y Hillary Clinton?

R – Hillary Clinton era la candidata de la elite de Wall Street/Silicon Valley,  región donde se concentran las empresas electrónicas de la cadena productiva del complejo industrial-militar, era la candidata del establishment tanto de los Estados Unidos cuanto de la Unión Europea. Representaba la continuidad de la misma política de cuatro presidentes, dos del Partido Republicano, dos del Partido Demócrata, que eran, entretanto, iguales, sólo se diferenciaban en los matices. Las centrales sindicales American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations (AFLCIO), que antes apoyaban al Partido Demócrata, se cansaron. Los trabajadores blancos, empobrecidos por la globalización, los desempleados y otros segmentos de la población descontentos con  el statu quo querían un cambio. De ahí que eligieron a Donald Trump, un billonario outsider, heterodoxo, como franco repudio al establishment político, a la continuidad de la política de guerra, a la globalización, con la instalación de la industria offshore y la transferencia de empleos para los países de Asia, en busca de factores más baratos de producción, a fin de aumentar la tasa media de lucro.

Así, más de 70 millones de ciudadanos norteamericanos (59 millones en favor de Trump y 13 millones en favor de Bernie Sanders, del Partido Demócrata) – demandaron un cambio y no sin razón la corriente progresista del Partido Demócrata, liderada por  Bernie Sanders, tiende a una composición con Donald Trump y a apoyar ciertos puntos de su programa de gobierno.

5 – Tanto en la guerra en Siria cuanto en la ucraniana, hemos visto en la mídia global un discurso único, hegemónico. En O Ano Vermelho, usted trata, brevemente, de la penetración de las grandes agencias internacionales de noticias en la prensa brasileña al comienzo del siglo XX. Eso cambió? Cómo evalúa usted esos discursos?

R – Antes, cualquier persona o grupo, con pocos recursos, podía fundar un diario y distribuirlo. Había mayor libertad de prensa. Claro que mudó, pero para peor. Actualmente sólo las grandes empresas están en condiciones de sustentar órganos de comunicación, escrita u oral. En la mayoría de las grandes ciudades del Brasil sólo existen unos pocos medios de comunicación, que divulgan las mismas noticias y la mayoría de las veces, la misma opinión, transmitiendo lo que piensan y quieren sus dueños y anunciantes. Son empresas corporativas, como en casi todos los países de Occidente. Las grandes agencias de noticias, que abastecían y continúan abasteciendo a la prensa del Brasil, siempre fueron extranjeras y difundieron la Weltanschauung (valores fundamentales) de las potencias dominantes y sirven como instrumentos de operaciones de guerra psicológica (psy-ops).

Entre tanto, ciertas noticias divulgadas en 1917 y que a mí me parecieron guerra psicológica, cuando escribí O Ano Vermelho, en 1966, eran, en realidad, correctas, como la acusación del jefe de gobierno provisorio de Rusia, Aleksandr Kerensky, de que Lenin y Trotsky habían recibido recursos de Alemania.

6 – Usted vive en Alemania ya hace algún tiempo, me gustaría preguntarle: cuál es su opinión sobre la relación que la izquierda brasileña tiene con esos temas globales? Esto es; cómo combatir el Desorden Mundial en Brasil?

R – La definición de izquierda o derecha depende de las circunstancias históricas, conforme la realidad está en continua mutación. “Entramos y no entramos en el mismo río, somos y no somos”, Heráclito enseñó (Fragmento B 12, A 49 e 91). En efecto, los conceptos tienden a evolucionar, por lo tanto, con las mutaciones de la realidad que pretenden representar. No pueden ser una fotografía, que fija determinado momento, determinada situación, desde un ángulo.

Las clases sociales existen, las luchas sociales prosiguen, no obstante sus características no son más iguales a las de los tiempos de Marx y Engels o de Lenin y Trotsky, al tiempo de la Revolución Rusa. El hecho es que, actualmente, las grandes corporaciones, a la búsqueda de factores más baratos de producción, de condiciones de inversiones más seguras, estables y lucrativas, transfieren sus plantas industriales para los países de la periferia del sistema capitalista y desde ahí exportan lo que fabrican, las manufacturas, para los mercados de las propias potencias económicas, de las cuales habían emigrado. La producción industrial de Europa y de los Estados Unidos se procesa, en gran medida, offshore, en países como la India y otros de Asia, donde la fuerza de trabajo es mucho más barata.

Así el sector terciario superó a la industria en Europa, en los Estados Unidos y hasta en Brasil, donde genera más empleos y concentra más inversiones que los sectores primario (campo, extractivismo etc.) y secundario (manufacturero).

Lo que se llama izquierda tiene que estudiar y comprender. En cuanto el desorden, que ocurre en Brasil, sólo puedo decir que resultó de un lawfare, una guerra jurídica, urdida por intereses extranjeros y fuertes sectores del empresariado nacional, explotando el descontento de las clases media, al hacer aflorar la corrupción del Estado profundo, a fin de atender a los intereses corporativos y del capital financiero internacional.

Traducción AmerSur

 

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