El ex canciller del Brasil formula sus reflexiones en las que contrasta la imagen de la “gestión del PT” en determinados ámbitos del mundo desarrollado con el vilipendio y persecución a que es sometido el ex presidente Lula Da Silva en su propio país.
Por Celso Amorim[1]
Publicado en Carta Capital 12-03-2016
Habría que hacer un agregado a la conocida frase del dramaturgo alemán: Más pobre es la nación que vilipendia a sus héroes
Hace cerca de tres semanas viajé a Roma, donde participé en un seminario organizado por la sección italiana de la entidad ActionAid sobre cooperación para el desarrollo. También pronuncié una conferencia en la Universidad de Roma 3, la más nueva del complejo universitario de la capital italiana, donde reflexioné sobre la política externa del gobierno Lula, siempre objeto de curiosidad y admiración de parte de los medios académicos europeos.
Meses antes, había estado en otra universidad romana, La Sapienza, fundada en el siglo XIV. Por la actitud de la audiencia y por las preguntas, pude percibir el respeto que nuestras acciones externas inspiraban.
Tuve experiencias semejantes en el King’s College y en la London School of Economics, en el Reino Unido, para citar apenas dos centros universitarios que visité. El hecho de ser convocado, para el seminario, un ex-ministro brasileño, además de la ministra de Desarrollo Social (representada por un secretario del ministerio), es en sí mismo significativo.
En rigor, el evento buscaba caminos para programas de combate a la desigualdad, en Italia y en el mundo. En estos tiempos de autoestima baja, es gratificante percibir que nuestro país continúa siendo una referencia en temas vitales para la construcción de un mundo más justo.
Fui a Roma por la Alitalia, que, a ejemplo de otras compañías, mantiene un convenio con entidades dedicadas a la asistencia a poblaciones necesitadas. En ese caso, se trataba del Programa Mundial de Alimentos, el PMA, órgano de las Naciones Unidas, con sede en la capital italiana, dedicado a cubrir carencias alimentarias, la mayor parte de las veces con carácter de emergencia.
En el pasado, y aún hoy, creo, el PMA ha servido para dar salida a excedentes agrícolas de los países ricos, principalmente de los Estados Unidos. Así, además de los objetivos humanitarios, las donaciones al programa constituyen una manera de subsidiar a los agricultores de los países desarrollados, creando una forma sutil de competencia desleal con las naciones más pobres, productoras de artículos alimenticios.
El hecho es que el PMA, hasta ahora, ha sido siempre dirigido por una personalidad norte-americana, se transformó en un órgano actuante, con impresionante capacidad logística, de la cual la ONU se vale para otras actividades (emergencias de salud, desastres naturales).
En Haití, luego del terremoto de 2010, pude certificar la eficiencia y dedicación de sus funcionarios y dirigentes. Todo eso para decir que, en el citado vuelo de la compañía de aviación italiana, pude ver, en la pantalla ubicada frente a mi poltrona, la publicidad del PMA. Inmediatamente, me llamó la atención el lema creado para atraer donaciones: “Zero Hunger” o, en italiano, muy próximo al portugués, “Fame Zero”.
Mi primera reacción fue de indignación por la apropiación del nombre de nuestro programa, sin referencia al original. Pero, al pensar mejor, consideré que lo más importante era el hecho de que una idea, nacida en nuestro país, llevada a los cuatro puntos cardinales del mundo por el presidente Lula (e imitada en muchos lugares), hubiese penetrado tan profundamente en la mente de políticos, activistas y académicos planeta, a punto de convertirse en lema de una campaña de un organismo internacional dirigido por una norte-americana. Así consideré que, antes de indignarme, debía alegrarme con aquel plagio no confesado.
Este es apenas un ejemplo sobre cómo nuestras actitudes en el campo externo, lideradas por el ex-presidente, dejaron marcas profundas.
Para quedar limitado al campo de la cooperación, recuerdo que, cierta vez, el hombre entonces más rico del mundo, Bill Gates, que desarrolla actividades importantes de filantropía, me aguardó casi media hora en la oficina de nuestra misión en las Naciones Unidas, en Nueva York, almorzando el sandwich que trajo en una bolsa de papel, mientras yo terminaba una reunión con los ministros del BRICS.
Cuando finalmente pude recibirlo, Gates me propuso una asociación de su fundación con la Agencia Brasileña de Cooperación para acciones conjuntas, en el área de la salud, en África.
Al recordar esos episodios, al ver que el hombre que más batalló por la igualdad en Brasil y en el mundo y que inspiró nuestras políticas, es humillado por medio de procedimientos crueles e innecesarios y es víctima de un verdadero cerco, mi tristeza crece aún más.
Recientemente, vi citada en los medios de comunicación una escena que yo había recordado en un artículo que escribí sobre Glauber Rocha, hace 30 años. Al fin de su pieza intitulada Galileo Galilei, Bertolt Brecht pone en boca del joven asistente del sabio, Andrea Sarti, la exclamación “Pobre de la nación que no tiene héroes”, a lo cual Galileo responde con una afirmación dura y penetrante: “No Andrea, pobre de la nación que precisa de héroes”.
Al ver al operario metalúrgico, que alzado a la condición de líder político, disminuyó la desigualdad en nuestro país y colocó al Brasil en el mundo, pensé que Brecht podría haber completado su pensamiento: “Pero más pobre todavía, Andrea, es el país que vilipendia sus héroes”.
Traducción al español: AmerSur
[1] Celso Amorim fue canciller durante los gobiernos Lula y ministro de Defensa en el primer mandato de Dilma Rousseff