Por Gustavo Rojas, Tomaz Espósito y Melissa Pomeroy*
Publicado en Carta Capital // Versión PDF
Autoridades, especialistas, empresarios y miembros de la sociedad civil se reunieron el 4 de diciembre de 2015, en el Memorial de América Latina, para discutir las relaciones entre Brasil y Paraguay. Nada sería diferente, pues la importancia de los lazos bilaterales pueden demostrarse con el simple análisis de algunos elementos, tales como: los dos países son miembros fundadores del Mercosur, Paraguay es el país que presenta la mayor convergencia con los votos de Brasil en la Asamblea General de las Naciones Unidas, ambos son socios del mayor emprendimiento hidroeléctrico de Occidente, Itaipú Binacional. Asimismo, la gran presencia económica de Brasil en Paraguay, con el expresivo aumento de las inversiones externas brasileñas en territorio paraguayo; el creciente comercio bilateral, con énfasis en la venta de productos industrializados y manufacturados; la existencia de centenas de millares de brasileños en Paraguay y decenas de millares de paraguayos en Brasil; entre otros.
La historia de las relaciones entre Brasil y Paraguay, además, puede equiparse a un sinuoso camino, marcado por acontecimientos épicos, como la Guerra del Paraguay (1864-1870) y la construcción de Itaipú – cuyos reflejos se hacen sentir hasta los días actuales – y por una gran alternancia en el perfil de esa relación, pues existieron momentos de gran cooperación y aproximación política, como la firma del Tratado de Asunción (1991), y episodios conflictivos y de distanciamiento, como el polémico impeachment a Fernando Lugo (2012). Pese a esas fluctuaciones, las relaciones brasileño-paraguayas se intensificaron, significativamente, en la última década, cuando las autoridades de ambos Estados explicitaron el deseo de desenvolver una “asociación estratégica”, en plena construcción. La forma y contenido de esa relación dependerá, en gran medida, de los anhelos de los actores y del juego político entre las “fuerzas profundas” actuantes en ambas sociedades. Itaipú es un buen ejemplo. Resultado de una compleja ingeniería financiera, política y administrativa, Itaipú, por su grandeza, atesta las posibilidades y los desafíos de las relaciones bilaterales. Al final, esa hidroeléctrica genera energía eléctrica renovable a bajo costo para los dos países, promoviendo el desarrollo socioeconómico compartido. Interconecta, al mismo tiempo, los destinos de los dos vecinos. Esto es innegable. Ninguna parte consiguió imponer unilateralmente su voluntad, sea en las negociaciones del Tratado de Itaipú (1973) o en las renegociaciones Lula-Lugo (2008-2009). Las discordancias, como sobre el valor pagado por la energía cedida por Paraguay a Brasil, son tratados como ajustes coyunturales frente a la construcción de algo mayor, cuya resultante siempre dependió, y dependerá, de la paciencia, de las posibilidades y límites de cada una de las partes. Lo mismo debería ocurrir en 2023, cuando la deuda de la usina sea satisfecha y el Tratado de Itaipú sea renegociado por las Partes contratantes. Al final, la discordia no es benéfica para ninguna de las partes. La construcción de Itaipú representó una demostración concreta de “Brasil Potencia”, permitiendo el avance del proceso de industrialización en el estratégico sector de bienes de capital y la consolidación de Brasil como principal economía de América Latina, superando a Argentina. La obra consolidó, también, la atracción de Paraguay a la zona de influencia brasileña en el juego geopolítico, reduciendo su histórica vinculación con la Argentina. Igualmente, las hidroeléctricas binacionales construidas por Paraguay (Itaipú y Yaciretá) colocaron al país en el centro de la integración eléctrica: 90% de los intercambios internacionales en América do Sul proceden de sus usinas. La convergencia de la construcción de la usina con la expansión de la frontera agrícola en el Centro-Oeste llevó a millares de brasileños a cruzar la frontera e iniciar una nueva vida en Paraguay. A los pioneros pequeños campesinos, expulsados por la concentración rural en el Sur de Brasil, se sumaron, progresivamente, grandes hacendados y grupos agropecuarios 3 brasileños, promoviendo la ampliación transnacional de la frontera sojera y pecuaria bovina y la consolidación de Paraguay como segundo destino de la emigración brasileña, apenas atrás de los EUA. Si, por un lado, el proceso promueve la construcción de un rico hibridismo cultural, identitario y lingüístico, así como un acelerado crecimiento de las exportaciones paraguayas, por otro lado, acentuó las históricas desigualdades de una sociedad que tiene en la tierra una de sus principales cicatrices. En Paraguay, el 40% de la población aún reside en la zona rural. El indicador Gini de distribución de la tierra, elaborado por la FAO, oscila entre 0 (mayor igualdad) y 1 (mayor desigualdad). Entre 1991 y 2008, se elevó de 0,91 para 0,93, el mayor nivel de concentración inmobiliaria rural en el mundo. Hacendados brasileños dominan cerca de 15% de toda el área agrícola del país, concentrados en los departamentos paraguayos limítrofes al Brasil, representando un serio desafío a la soberanía paraguaya. El gasto público per capita direccionado a los programas sociales, de 147 dólares al año, representa apenas una décima parte del gasto medio en Brasil, reflejando las reducidas capacidades del Estado paraguayo. Uno de cada cuatro ciudadanos pasan hambre en el país que es el cuarto y sexto mayor exportador mundial, respectivamente, de soja y carne. Al contrario de Brasil, Paraguay no atravesó por un intenso proceso de industrialización, lo que resultó en una tardía urbanización y significativa emigración. Argentina y España, tradicionales destinos, enfrentan, desde el inicio de la crisis internacional, serios problemas, reduciendo su atractivo. En ese contexto, Brasil viene emergiendo como destino, conectándose directamente con la compleja dinámica agraria, con importante peso de los capitales brasileños. La mayoría viene para trabajar en oficinas de costura, así como los bolivianos. Actualmente, la colonia paraguaya es el cuarto mayor grupo en la Región Metropolitana de São Paulo, contando oficialmente con casi 18 mil personas (aunque la Embajada de Paraguay en Brasilia y organizaciones locales afirmen que ese número puede llegar a 60 mil). La ampliación del comercio y las inversiones vienen registrando un fuerte dinamismo, siendo un importante vector de desarrollo compartido entre ambos países. Paraguay es el quinto principal destino de las manufacturas brasileñas (detrás de EUA, Argentina, Holanda y México) 4 y responde por el segundo mayor superávit comercial bilateral de la industria brasileña, apenas detrás de la Argentina (y hay quien dice que el problema es el Mercosur…). Por su parte, Brasil es el principal socio comercial de Paraguay. Oficialmente, la balanza comercial bilateral es superavitaria para Brasil. Entretanto, el saldo se invierte cuando se agrega el comercio de frontera de productos provenientes de extrazona. La política económica brasileña genera fuertes efectos de derrame o expansión sobre la economía paraguaya, donde el real ya es, en la práctica, una moneda convertible. El dinamismo demostrado por el mercado brasileiro y las crecientes inversiones brasileñas vienen promoviendo los primeros pasos de un proceso de industrialización, a contramano de la reprimarización vivida en gran parte de América del Sur. Los recursos del Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur (FOCEM), cuya mayor parte proviene de las contribuciones de Brasil, se vienen mostrando como un factor clave para la ampliación de la infraestructura y la atracción de la Inversión Extranjera Directa (IED), respondiendo por 1/3 de las inversiones públicas. Las mayores facilidades para la incorporación de insumos importados y los reducidos costos de producción en Paraguay, pueden ser un importante instrumento para la construcción de una plataforma para el enfrentamiento conjunto del “desafío chino” (Paraguay no mantiene relaciones diplomáticas con China), asentada en la sinergia de capacidades genuinas y aprendizaje mutuo. La complejidad e intensidad de las relaciones bilaterales entre Brasil y Paraguay convive, paradojalmente, con preconceptos, estereotipos y amplio desconocimiento mutuo. Profundizar el debate sobre las relaciones bilaterales nos confronta, inevitablemente, con la necesidad de un profundo sinceramiento de las dinámicas que reproducen históricas desigualdades en ambas sociedades, así como, concretamente, con los efectos y contradicciones del liderazgo brasileño en América del Sur.
*Gustavo Rojas é Pesquisador do Centro de Análise e Difusão da Economia Paraguaia, Tomaz Espósito é Professor de Relações Internacionais da Universidade Federal da Grande Dourados e Melissa Pomeroy é Coordenadora do Observatório Brasil e o Sul. Convidados do Grupo de Reflexão sobre Relações Internacionais/GR-RI.