La Petrobras transciende a los gobiernos, es una cuestión de Estado

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La Petrobrás no puede manejarse exclusivamente con criterios empresariales, es una herramienta fundamental para el desarrollo brasileño.


Por Guilherme Estrella

Publicado en Carta Capital 30-08-2016

La gestión de una empresa de energía es una cuestión de Estado. El petróleo y el gas natural no son simples “commodities”. Son insumos absolutamente estratégicos para cualquier país que se reivindique soberano a lo largo de este siglo y junto al carbón, seguirán representando importantes fuentes de energía.

Todo país que importa energía no es un país soberano. Si se tratase de una nación política y militarmente poderosa, no tendría límites en aplicar toda su influencia política para asegurarse el abastecimiento externo y, si esto no fuese suficiente, recurrirá a sus fuerzas armadas para alcanzar ese objetivo nacional.

La historia del siglo pasado exhibe, de forma flagrante, esa incuestionable realidad. Me sorprende profundamente que cuadros importantes de nuestra academia no la acepten y, peor, transmitan a los alumnos una visión puramente economicista y muy distante de las evidencias empíricas.

El Brasil es conocido como un país de “industrialización tardía”, clasificación indiscutible. Cuál es la causa de esta situación, que nos condenó, hasta ahora, a la agobiante posición de país del “tercer mundo”, como se decía?

Como todos sabemos, la primera y la segunda revoluciones Industriales, en la Europa, en el siglo XVIII y en los Estados Unidos, al final del siglo XX, resultaron, entre otros factores, de la oferta abundante de energía, del carbón mineral en el proceso europeo y del petróleo y la electricidad en el caso norteamericano. Con todas sus consecuencias económicas, políticas, sociales, científicas y tecnológicas decisivas en el largo plazo.

En los dos momentos, nacieron y se desarrollaron enormemente la tecnología y la ingeniería industriales. Otro efecto muy importante fue la necesidad imperiosa de las universidades de adaptarse a la nueva e intensa demanda de profesionales de ingeniería, en diversas especialidades.

Esos factores determinaron el surgimiento y la construcción de las grandes y hegemónicas economías del mundo occidental, los Estados Unidos y las de Europa, con supremacía del primer país luego de la Segunda Guerra Mundial.

Y en el Brasil,  ¿que pasó?

No poseemos carbón mineral siderúrgico, sólo reservas modestas de carbón-vapor de bajo contenido energético. Durante el siglo XIX atravesamos una etapa medieval de actividades productivas, restrictas al sector agrícola. En las primeras décadas, hasta por prohibición de Lisboa, nada fabricábamos. La situación perduró hasta el final del siglo, después de la independencia, con energía proveniente de la leña y del carbón vegetal, de la rueda de agua, de la tracción animal y del  trabajo esclavo.

No hubo iniciativas de explotación y producción de petróleo y de gas natural en el País. La consecuencia central de esa realidad fue la inexistencia de desarrollo científico y tecnológico en el Brasil.

Los primeros cursos de ingeniería civil y de minas sólo van a surgir en el tercer cuarto del siglo XIX. Apenas al final de ese período ocurre el empleo de la electricidad en la iluminación, en el transporte urbano y en la producción industrial. En ese momento, había un intenso crecimiento en la Europa y en los Estados Unidos, cuyas empresas, ya muy avanzadas en tecnología e ingeniería, se instalaron en el Brasil para explorar nuestro potencial hidroeléctrico y distribuir electricidad.

Así surgieron las primeras industrias, de tejidos y de calzados, principalmente. La totalidad de los equipamientos empleados en la electrificación pública y privada, en el transporte urbano por tranvías y en otras aplicaciones de la electricidad era importada, con ingeniería y tecnología extranjera, como fue el caso del sistema ferroviario, con locomotoras a vapor, vagones y rieles. Todo vino de afuera.

Esta situación perdura hasta 1946, cuando entra en operación la usina de la Compañía Siderúrgica Nacional, en Volta Redonda. El proyecto industrial y toda la tecnología de producción fueron importados. Hasta entonces, el Brasil producía de forma rudimentaria arrabio y lingotes de acero. Rieles y chapas de acero para ferrovías, astilleros, ensambladoras y constructoras venían del exterior.

La energía suficiente para apalancar el inicio de la industrialización sólo estuvo disponible a partir de la construcción de grandes hidroeléctricas para aprovechar el inmenso potencial hídrico brasileño, lo que se materializó en las décadas de 1970 y de 1980. Ese período es considerado como el inicio del proceso de industrialización brasileño clasificado como “super-tardío”, caracterizado por cimentarse en bases tecnológicas y de ingeniería extranjeras, casi acéfalo bajo el punto de vista del efectivo control y autonomía de decisión por parte de la sociedad brasileña.

Esa fragilidad política y estratégica se agrava por el hecho de que todavía el Brasil es importador de petróleo y gas natural, recursos indispensables para el desarrollo de un país territorialmente inmenso.

Nuestra soberanía era, por lo tanto, incompleta. Inclusive porque la hidroelectricidad no es una fuente de energía 100% confiable, como sabemos. Está sujeta, literalmente, a las “lluvias y tormentas”. Un proceso robusto de industrialización de un país de las dimensiones y con la expresiva población que tenemos, no se sustenta con una dinámica claudicante en lo que respecta a la disponibilidad de energía, que nos dejaría permanentemente frágiles y dependientes de los sustitutos externos.

He aquí que la pré-sal, la mayor provincia o sección petrolífera del mundo de los últimos 50 años, fue encontrada por la Petrobras, en territorio brasileño, en frente de la más importante región industrial de nuestro País.

En fin, el Brasil, 250 años después de la Primera Revolución Industrial, dispone de abastecimiento energético abundante para construir, con autonomía, un verdadero Plan Estratégico Brasileño, con un proceso de industrialización enteramente soportado en la dimensión energética.

Entre tanto, esa autonomía no representará soberanía si no estuviese cimentada en conocimiento, tecnología e ingeniería de proyectos, construcción, implantación, operación (con seguridad máxima) y manutención. Todo ese conjunto de condiciones debería estar controlado por empresas de capital brasileño, con sus centros de decisión en el territorio nacional.

Tales presupuestos sólo se materializarán, verdaderamente, con la obediencia al Marco Regulatorio de la pré-sal en vigor, debidamente aprobado por el Congreso Nacional en el 2010, y que tiene a la Petrobras como operadora única, bajo el régimen de reparto de producción, que da al gobierno brasileño la propiedad del petróleo y gas producido.

¿Cuál es la razón central de la importancia de la Petrobras como operadora única de los consorcios productores de la pré-sal brasileña?

Porque cabe al operador la conducción de todo el proceso de definición de la tecnología y de los proyectos de ingeniería que serán aplicados en las actividades operacionales. Ese privilegio del operador le confiere el poder, también, de definir todo un conjunto de materiales y equipamientos utilizados en la construcción, implantación, operación y manutención de los grandes sistemas de producción de petróleo y gas.

Las prerrogativas descriptas ponen a disposición del gobierno brasileño las condiciones para poder elaborar un proyecto nacional de desarrollo industrial – científico, tecnológico y de ingeniería, con la participación directa de la universidad y de centros de pesquisas nacionales y con empresas privadas controladas por capital brasileño – autónomo y soberano, completamente sustentable a lo largo de todo el siglo XXI.

A esa extraordinaria oportunidad estratégica que el Brasil detenta, se agrega, el rico contenido en gas natural de la pré-sal. No sólo para abastecer con abundancia la demanda, por parte de la industria y del consumo doméstico, sino también por la presencia de materia-prima para la fabricación de fertilizantes, otra fragilidad nacional en la medida que nuestro importantísimo agro-negocio, una de las principales columnas de nuestra economía, depende de los fertilizantes importados.

El gas, además de atender a la demanda de uso industrial y residencial, es fundamental para la generación termoeléctrica y para impedir “apagones” en el abastecimiento nacional. También es igualmente rico en insumos básicos para la producción petroquímica, sector importante de la economía brasileña.

No hay, por lo tanto, en mi opinión, argumentos operacionales y técnicos que puedan presidir cualquier decisión empresarial de la Petrobras en cuanto al petróleo y el gas de nuestra pré-sal – y también de otras áreas importantes en el territorio nacional, al margen de la cuestión de Estado señalada.

Pretender vender Carcará (participación de la Petrobras en área de explotación de petróleo en la costa brasileña), bajo el régimen de concesión, no atiende a los intereses brasileños. Se trata de una cuestión estratégica para la soberanía nacional, concretamente de una cuestión de Estado.

*Guilherme Estrella fue director de Exploración y Producción de la Petrobras e integró los equipos que realizaron los grandes descubrimientos en Irak y en la pré-sal, en el 2007, en el gobierno Lula.

Traducción AmerSur

 

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